La pectina es parte integrante de nuestra dieta diaria, ya que las verduras y la fruta las contienen, pero no contribuye de manera relevante a la nutrición humana. La pectina es, en efecto, una fibra alimenticia soluble.
La pectina tiene una acción de primer plano en la prevención de patologías cardiovasculares, puesto que induce a una significativa mejora de la situación de los lípidos, como resultado del efecto reductor del colesterol malo (LDL) y promotor del aumento del bueno (HDL). Como consecuencia de un efecto mecánico de limpieza del intestino, que se asocia al aporte de nutrientes útiles a la flora bacteriana benéfica (efecto prebiótico), la pectina tiene una fuerte acción antiséptica intestinal, resultando muy valiosa a quien sufre de cólicos y en las diarreas infantiles.
La ingesta de la fibra, agilizando el tracto intestinal, hace que las sustancias tóxicas y mutágenas no permanezcan en contacto con la mucosa del tubo digestivo por mucho tiempo, y esto impide a dichas sustancias realizar acciones cancerígenas en el colon-recto.